Se cumplía otro año sin verse, otro 24 de Agosto, otro año celebrando el Día del Lector sin encontrarse. Apenas el último poema leído juntos hace diez años retumbando en la
memoria… eran solo recuerdos…???
Tardes doblegadas por la nostalgia, noches esperanzadas de momentos furtivos… campos de un camino, firmamento de lo que se vive y se pierde.
Débora se levantó sin ganas, se bañó, se maquilló, realizó una media sonrisa frente al espejo y se fue a vestir… no saldría a correr como era su costumbre.
Camino por las calles apurada, con la mirada vacía… el Mundo se movía alrededor suyo como espectros sin sentido, sin lógica y sin pasión.
Pablo estaba desbastado, viudo reciente por una maldita enfermedad de su esposa, sus hijos ya eran hombrecitos. Trabajaba 16 horas al día, sin parar, sin pensar… sin sentir.
Esa mañana se levantó sin ganas, triste, algo le dolía en el pecho… tal vez la angustia, tal vez el deseo.
Como era el Día del Lector, Débora iba a pasar como siempre por la Feria del Libro de la zona para buscar algún libro de poemas… siempre tuvo la esperanza de volver a ver allí a Pablo… como la primera vez.
Miradas fugaces, charlas compartidas, un amor escondido y feroz… Pablo estaba casado y no se animó hace diez años.
Lágrimas derramadas, explicaciones absurdas, miedos y tristezas… un adiós firmado en una carta.
Pablo no fue durante diez años a esa Feria del Libro, sabía que corría el riesgo de encender la llama, de lastimar, de darse cuenta que el amor era Débora y no su esposa… hijos chicos, mandatos familiares, buenos corazones que no saben abandonar personas buenas.
Pablo pensó mucho aquella mañana del Día del Lector, diez años después de aquel amor tórrido pero fugaz. Nunca supo mas nada de Débora, se habrá casado…?, era mamá…? se acordará de mí…??
Débora iba todos los años puntualmente a la Feria, ese día… buscando quizás que el Universo juegue a favor como siempre, que la Magia aparezca, que el Amor triunfe como en los cuentos infantiles.
Los años pasaban, no se casó, tuvo parejas ocasionales de poco tiempo, no tuvo hijos…quizás se quedó sola sentada en el andén meneando el abanico.
Llega la noche, después de diez años Débora esta allí… en la Feria, bonita y sensual, sonrisa pintada y ojos llenos de esperanza…
Pablo decide ir en un rapto de locura que no tuvo en miles de años… escapa corriendo de su trabajo y corre hasta la Feria. Esta agitado, tiene palpitaciones… los ojos llenos de esperanza… otra vez… después de diez años volvía a sentir pasión.
Saben amigos que el Universo siempre conspira a favor y que los finales felices nos ensanchan la sonrisa y el corazón…
Sabemos todos que el Amor siempre le gana al póker a la Maldita Parca.
Solo el Amor nos hace inmortales en el recuerdo de la persona amada, solo el Amor puede vencer la barrera infranqueable de diez años sin verse… pero recordándose.
Los amores tórridos suelen ser fugaces, difícilmente sean eternos como en las novelas románticas. Los amores de verano, de viaje de egresados, de reuniones de negocios en otro lugar y fuera del Mundo terrenal… recuerdos inolvidables atesorados fuerte en el rincón mas sensible de nuestro corazón.
Pablo y Débora seguramente se van a encontrar, se van a mirar y se van a besar con malicia, con deseo, con profundidad…
O tal vez el Universo conspire en contra y por una cuestión de minutos no se encuentren y vuelvan a sus tristezas y a sus dolores.
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