Eran dos adultos buscando otra oportunidad en la vida, después de
pasar los duros tiempos de una pandemia que quedará en la historia de la Humanidad.
Mas allá de sus edades la distancia entre sus viviendas eran una complicación… pero no un problema.
Raúl, un tipito bonachón, singular, actuaba como un chiquillo caprichoso, arrebatado, terco.
Claudia, una mujer preciosa e insegura, encerrada entre cuatro paredes debido a su trabajo demandante.
Con el paso de los días las charlas iban creciendo por chat, sus pequeñas diferencias eran motivo de risas y no de peleas… los celos desaparecían y crecían las ganas de verse, de cruzar las miradas que son el reflejo mas puro del alma.
Aquella tarde se encontrarían por primera vez en un bar que les quedaba cómodo a los dos adolescentes tardíos, luego de decenas de llamadas y videollamadas.
Raúl llegó primero como corresponde a un caballero, manos en los bolsillos, un jean canchero, un abrigo y un chocolate escondido en el bolsillo de la campera.
Pasan quince minutos y la ansiedad comienza a hacer su efecto… sale a la puerta a fumar mirando las esquinas a ver si la veía venir.
Vuelve al bar y pide otra lágrima para calentar la garganta y calmar los nervios, mira su celular, mira la hora… espera.
Claudia estuvo horas frente al espejo cambiando de vestido, nada la conformaba y se decidió por un jean ajustado con botas grises y un sacón largo oscuro.
Abrió la puerta del bar y el sol del invierno iluminó la barra… y la cara de Raúl.
Él se levanto de la silla y se acercó para abrazarla. Por primera vez se miraban a los ojos, cara a cara. Se abrazaron fuerte y se dieron un beso en las mejillas pero ambos lo sintieron en la boca o quizás lo soñaron así.
Se sientan y ella pide un cortado con medialunas que comparten mientras charlan, se ríen y se cuentan las anécdotas cotidianas de dos personas comunes pero únicas… todos somos únicos para alguien en algún momento de nuestras vidas.
Pasaron horas hablando, sonriendo, compartiendo, como cada día de los últimos dos meses que venían conociéndose.
Se empezó a hacer tarde y Raúl acompañó a Claudia hasta la estación del tren que comunicaba a dos soñadores de la ruleta de la vida… había salido un pleno con dos ganadores que apuestan al corazón.
En la estación hablaban cerquita uno del otro, Raúl ya la había tomado de la mano y la luz del tren aparecía en el horizonte.
Claudia le hace un chiste y le toca la mejilla casi como un acto inconsciente, como un cariño deseado. Raúl pensó en besarla… pero no se animó. El tren llega en cámara lenta al andén y ellos se abrazan fuerte en cámara lenta también.
Habían pasado un día lleno de encanto, risas, murmullos y miradas.
Habían empezado, casi sin saberlo, una enorme historia de amor.
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Rita Chirino
Que linda historia!!!
Gracias
Bella forma de empezar !!!
Realmente hermosa