De todos los deportes que se practican en Argentina, sólo uno de ellos puede jactarse de dos atributos bien contundentes: Federal y Peronista.
Ese deporte no es el fútbol, aunque se sabe que se practica en cualquier rinconcito de nuestro extenso territorio y que alcanza a todos los estratos sociales incluyendo, por supuesto, a todos aquellos que se jactan con orgullo de ser Peronistas.
Hay uno que, oficialmente, cuenta con estos dos atributos y es el Básquetbol, el deporte de la pelota naranja.
Es oficialmente Federal ya que cada una de las 24 provincias tiene sus Torneos (porque cuentan con la cantidad de equipos necesarios) Municipales, Jurisdiccionales, Provinciales y Regionales, todo ellos oficiales, bajo la supervisión de las federaciones que pertenecen a la Confederación Argentina de Básquetbol, que a su vez está bajo el ala de la Federación Internacional de Baloncesto Asociado, FIBA (la FIFA del básquet).

Ahora bien, el deporte argentino de la pelota naranja también es oficialmente Peronista, pero ese título se lo ganó por un suceso muy triste, trágico, un genocidio deportivo.
Luego de ganar el Campeonato Mundial de la disciplina disputado en nuestro país en el año 1950, el primero de la historia, los integrantes de la selección argentina (Oscar Furlong, Ricardo González, Roberto Viau, Rubén Menini, Juan Uder, Omar Monza, Alberto López, Pedro Bustos, Hugo Del Vecchio, Leopoldo Contarbio, Raúl Pérez Varela, Vito Liva y el DT Jorge Canavesi) fueron agasajados por el Presidente, el General Juan Domingo Perón, en la Casa Rosada. Todos los historiadores citan al Presidente con la frase “Ustedes hicieron mucho por el país. ¿Qué puede hacer el país por ustedes?”.

Hay una leyenda que dice que Pillín Furlong, Jugador Más Valioso y Goleador del torneo, sacó un autito de juguete y se lo dejó en el escritorio a Perón sin decirle absolutamente nada; el Presidente lo mira, se sonríe, y les entrega un certificado de exención del impuesto a la importación de un auto de los que no se fabricaban en el país a cada uno de nuestros campeones mundiales. Esta leyenda se cuenta para referir al desprecio que le tenía Furlong a Perón, ya que el Estado le había expropiado la empresa familiar y le había pagado muy poco por ella; además de que la mayoría de los jugadores eran Anti Peronistas, haciendo aún más irónico el final del suceso. Los historiadores cuentan que, en realidad, fue Pérez Varela quien -con aquel juguete- le sugirió al Presidente que, si el gobierno le regalaba un auto, le facilitaría su trabajo de vendedor. En lo fáctico, todos terminaron vendiendo ese certificado ya que ninguno podía comprar un auto importado.
Esa selección siguió ganando torneos y manteniéndose en los puestos más altos de los campeonatos mundiales, incluso lograron un cuarto puesto en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952 y había logrado la clasificación a Melbourne 1956. Pero todo cambió cuando la “Revolución Libertadora” atacó.
Esa Dictadura se caracterizó por Perseguir Peronistas y erradicar cualquier vestigio de Peronismo en el país, y el básquet fue -en lo que a deportes respecta- el mayor atacado. Durante la Presidencia del General, éste se apoyó en la selección de la “pelota-canasta” para que estos representen sus ideales, así como lo hizo con otros deportistas individuales como Juan Manuel Fangio, y le brindó un fuerte soporte para que tengan una preparación especial para afrontar el mundial que se disputó en nuestro país.

Para esta Dictadura, el básquet ocupó el número 49 de las prioridades. La Comisión Investigadora 49 citó, para el 27 del corriente mes de enero de 1956, a nuestros campeones para que, un par de días después, se los sancione de por vida prohibiéndoles practicar el deporte. No sólo fueron ellos, sino toda una camada de jugadores élite, matando a una generación dorada que terminó siendo borrada. El motivo (o la excusa): infringir el “Código del Aficionado” que imponía un status amateur a los jugadores de la época, pero que en la práctica siempre fue muy flexible.
Para el Negro Ricardo Primitivo González, capitán de nuestros campeones mundiales, “No cabe ninguna duda de que la suspensión impuesta en la Revolución Libertadora fue un revanchismo político porque había atletas que se destacaban a nivel mundial y eso a Perón le venía bien…”.


Lo más doloroso fue que esa suspensión ad eternum tuvo la venia de los dirigentes de la misma Confederación Argentina de Básquetbol y que no formaban parte de la intervención, los mismos que los acompañaron en los viajes que la selección hizo a los torneos donde salió victoriosa.
Al básquet argentino le tomó 50 años en recuperarse, en volver a ubicar los lugares de élite de los que nunca debió haber sido erradicado. Pero lo más doloroso fue que a toda esa juventud que le interesaba el deporte se quedó sin ídolos que los terminen de enganchar y los apasionen con el baloncesto. No fue hasta la creación de la Liga Nacional que la Argentina vio a grandes estrellas de la naranja a lo largo y a lo ancho del país, y no fue hasta los logros obtenidos en 2002 y 2004, los de la Generación Dorada de Ginóbili y compañía, que todo el país quiera picar la pelota con unos cuantos modelos a seguir.
Es por todo esto que, con mucho dolor, el básquet puede decir que es el deporte más Peronista de todos.

Excelenteeee Walter!!!
Una lección de historia!!!