En contadas ocasiones, una figura inabarcable se transforma en leyenda, estando aún entre los mortales.

Hoy cumple años Carlos Solari, a la sazón… “Indio”. Una excusa perfecta (como si hiciera falta) para referirnos a un artista, en el sentido más amplio. Tal vez, el más inclasificable de la historia de nuestra música.

No importa cuántos, más de 70. Lo que importa es que está, y que estuvo, siempre. Y estará para siempre.

Cacique de mil batallas, de mil intentos de “conquista”. Regente del cielo para los desangelados, el Ángel de tantas soledades.

La frustración más grande para el mainstream rockero, que jamás logró fagocitarlo ni transformarlo en un producto industrial de su “fabrica de rock para consumo masivo”.

 

 

La misma maquinaria que, por despecho, se cansó de hostigarlo por ser ermitaño, poeta críptico, por no entregarse a las mieles de las revistas del corazón, ni a la TV Fhurer; aún atentando contra sus propios intereses.

La misma maldita maquinaria, le “futbolizó” la obra y le creó rivales inexistentes: Soda vs. Redondos, Indio vs. Charly, Juanse vs. Indio, etc.

“¿Cómo un zurdo peronista viaja tanto a Nueva York?”, “Claro, sólo da notas cuando saca un disco, sino ni aparece”. “Está lucrando con ésto del Parkinson”.

También se encargaron de ponerle en el placard a Walter y a los muertos de Olavarría.

Y su militancia a favor de causas perdidas y encontradas: las Madres, las Abuelas, Santiago Maldonado, parecen formar parte de una estrategia de marketing para esos deleznables. De alguien que habla a través de sus canciones. Un bohemio que nació y morirá disruptivo. Un “grano en el culo” en el sistema, que alcanzó romper records de convocatorias y ventas, detonando al sistema desde afuera.

Pasaron 6 años turbulentos (desde el primer concierto inexplicable en Salta) para que Los Redondos debutaran discográficamente, con el brumoso “Gulp” en 1985: new wave, pop, rock, varieté, música de cabaret, todo junto o nada de eso. Mientras el resto de la escena, cambiaba la piel de “los dinosaurios de los ´70” y despotricaba  del conceptualismo rockero, así como los adolescentes lo hacen con sus padres, Solari ya había ido y vuelto varias veces.

 

 

La década de los ´70 fueron un viaje psicodélico, pero en el sentido más profundo de la experiencia. Mientras muchos quedaron varados quién sabe dónde, “Indio” profundizó en las más vastas experiencias sensoriales, como un alumno aplicado de “Las puertas de la percepción” de Aldous Huxley. Se adentró en los más profundos laberintos del inconsciente, para emerger con un background de experiencias oníricas que, más tarde, plasmaría en su obra.

En “Oktubre” (1986) se mostraron, se dejaron acompañar por figuras diversas que luego se transformaron en imprescindibles: nuevamente Lito Vitale en las consolas, Daniel Melero aportando teclas y efectos, Tito Fargo acompañando a Skay y un Willy Crook en llamas para los vientos.

“Emboquen el tiro libre, que los buenos volvieron y están rodando cine de terror…”; una alarma para despabilarnos y no creer que, por estar en democracia, las oscuras fuerzas del mal no siguieran conjurando en las sombras.

A esta obra fundamental le seguirán “Un baion para el ojo idiota”; “Bang Bang estás liquidado”; “La mosca y la sopa”; “Lobo suelto, cordero atado” y “Luzbelito”. Un disco mejor que el otro, una obra conceptual, cada uno en sí mismos. La explosión masiva incontrolable, los estadios, los conflictos internos y externos. Y la búsqueda, siempre la búsqueda.

Como un David Bowie pamapeano, a Solari siempre lo guió la intuición y el inconformismo. Por eso, cuando parecía haber encontrado la fórmula del éxito, dio el volantazo más inesperado: reemplazar el pulso orgánico de la banda por máquinas, capas de sonido, instrumentos sampleados. Una herejía para el manual del rockero argentino, que siempre aceptó con recelo la salida de “Ultimo bondi a Finisterre” y “Momo sampler”.

 

 

Apenas empezaba el siglo, finalizaba ese bloque de concreto que parecía indestructible entre Indio, Skay y Poli.

Comenzaba una carrera solista impecable, pero sin clásicos inolvidables. Las misas siguieron y la promesa de una última comunión está latente, los fieles aguardan impacientes por una última bendición, por el “último pogo más grande del mundo”.

Depende de nadie en ésta tierra para que este representante sagrado vuelva a aparecer en el altar de los desesperados.

“Mi Dios no juega dados, quizás esté a mi favor”.

3 Comentarios

  1. Ella fue por esa vez
    Mí héroe vivo… Fue mí único héroe… En este lío…. Lo más los redondos y el indio Solari…..

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