Arthur Rimbaud (1854-1891), uno de los pilares fundamentales del surrealismo, escribió -entre los 15 y los 19 años- uno de los capítulos más provocativos de la historia de la poesía. Entonces, prendió fuego a su obra para embarcarse en una vida sórdida y errante que, en poco tiempo, lo llevo a la muerte. Un siglo después, su legado fue desenterrado por sus discípulos sufrientes.

Jean Nicolas Arthur Rimbaud nació en Charleville, Francia, el 20 de octubre de 1854. Hijo de una campesina y un capitán de Infantería que sólo aparecía esporádicamente, para ausentarse definitivamente en 1860.

Su precocidad fue asombrosa. A los 10 años, escribió “El sol estaba todavía”, una visión casi idílica de la naturaleza de la familia; y atisbos de la rebeldía indómita que afloraría mas tarde.

Hasta entonces, era un alumno aplicado y correcto. Una criatura retraída y solitaria, portador de una imaginación insondable y de extraños pensamientos.

Tiempo después, huyó de su pueblo con la ilusión de convertirse en poeta y periodista. Tras un paso fugaz por la cárcel, termina en las calles de París, durmiendo junto al Sena.

Fue el inicio de un desencanto progresivo por todas las causas sociales, el rechazo a toda forma de deidad y a las instituciones religiosas.

En repudio a la poesía contemporánea, presenta una nueva estética, bajo el nombre de “poesía objetiva”, la cual necesita “un desarreglo de todos los sentidos”.

Rimbaud afirmaba que “el poeta debe experimentar todas las formas de amor, de sufrimientos, de locura. Él mismo busca, agota todos los venenos, para no guardar, sino, las quitaesencias. El Inefable, necesita toda la fuerza sobrehumana que lo convierte, entre todos, en el gran enfermo, el gran criminal, el gran maldito; porque llega a lo desconocido”.

Un colega de la época, Paul Verlaine, conocido tanto por su obra como por su escandalosa vida privada, lo invita a compartir con él lo que serían dos años de intenso amor y odio.

La relación culmina con el encarcelamiento de Verlaine, denunciado por su propia pareja, con el cargo de “Inmoral”.

Este hecho oficiaría como disparador de la obra cumbre de Rimbaud: “Una temporada en el Infierno”, donde pone de manifiesto su tortuosa relación y se condena por haberse dejado arrastrar al inframundo.

Suerte de diario intimo existencial, el relato de un “combate espiritual”, de un ser disruptivo para los cánones conservadores de la época. Su historia, su caída y salvación: “a mí, a mí que me dije mago, ángel dispensado de toda moral, me han devuelto al suelo para buscar el deber”.

 

UN SIGLO DESPUÉS…

El arte siempre ofició de termómetro de la emergencia social. Un altoparlante para canalizar angustias, sufrimientos, y en menor medida, bienestar.

La Inglaterra de finales de los ‘70 estaba bajo “la pesada mano de hierro” de Margaret Tatcher. Uno de los primeros ensayos neo-liberales en el mundo, con todas sus lógicas destructivas: crisis, desempleo alarmante, malestar generalizado, manifestaciones y represión.

La única batalla pacífica que se podía librar era la cultural; a través de su exponente musical más ruidoso. Aparece el punk, con todo su minimalismo musical y estético,  desenterrando banderas del añejo anarquismo.

Los Sex Pistols irrumpen como una visita inesperada, vomitando el desencanto juvenil hacia estructuras opresivas estatales y eclesiásticas: “ni Dios, ni Estado”. Pasarían a la inmortalidad con “Anarchy in the UK”, la marcha de la bronca de la juventud británica.

 

 

LOS ‘80, EL DARK Y LA RESURRECCIÓN…

Con la nueva década, llegó el momento de resucitar viejos mártires de la poesía que se los creía perdidos en otro tiempo y espacio.

Y en Londres se hizo de noche. El post punk en su versión más oscura. El Dark tiñó la ciudad, destilando atmosferas opresivas y letras poco felices.

Melodías densas, voces guturales y desgarradas, conformaron el indigesto cóctel.

Inglaterra se había transformado en una Ciudad Gótica con vampiros de verdad. Con ropas negras, ojos delineados y cutis alunados, pero sedientos de poesía y melodías.

Los músicos encontraron la manera ideal para canalizar la soledad, el desamor, la indiferencia y el individualismo; que inundaban los versos de sus composiciones.

Hubo quienes fueron extremadamente consecuentes con sus prédicas sufrientes. Tal el caso de Ian Curtis, lider de Joy Division, quien encontró en el suicidio, a los 24 años, la única manera para sobrellevar el dolor.

En medidas menos autodestructivas, Bauhaus, Sisters of Mercy y Siouxie and the Banshees combinaban historias de terror Clase B con sus propios demonios.

The Cure es la única banda que mantiene cierta vigencia a lo largo del tiempo; transformándose en un clásico, a pesar de su devenir de megabanda estándar, haciendo de la depresión un negocio.

Subgénero bastardeado por la mayoría por su contenido depresivo explícito, fue el recinto sagrado de los “poetas malditos del Siglo XX”; los verdaderos herederos de Rimbaud.

 

 

TON PREMIER MERLO

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